En esta ocasión volvemos a tierras charras para conocer el Mesón de Gonzalo, segunda versión de un restaurante mítico en Salamanca, reconocido por su cocina, su inigualable ubicación y su clientela. A la vera del desaparecido Gran Hotel y a escasos pasos de la Plaza Mayor, en 1947 nació de la iniciativa de Manuel Sendín.
Gonzalo Sendín tomó el relevo de su padre para aplicar su filosofía. El Mesón ha sido, durante años y años, una referencia absoluta en carnes, pescados y vinos. Pero el restaurante siempre ofrecía algo más que buena gastronomía; algo fuera de carta que ha convertido a sus clientes en fieles seguidores de este modelo. Tras un año de parón por las obras de remodelación Gonzalo cedió el testigo a su hijo, también Gonzalo con una brillante trayectoria en Salamanca y que ha sido el encargado de realizar esa transición respetando los detalles que les hacen característicos; ensalzando todo el sabor de Salamanca y su tradición, los toros, pero en el siglo XXI.
El restaurante se divide en dos zonas «La Barra» en el primer piso, tiene una cocina situada en el centro de la misma en formato showcooking, de forma que no hay separación entre ésta y la zona de mesas. Un verdadero escaparate para el cliente donde poder ver como elaboran los productos que van a degustar.
La carta incluye algunos clásicos de El Mesón de Gonzalo como las Croquetas de jamón ibérico, las Manitas de cerdo y las famosas Patatas Bravas, platos que asumen el formato de raciones y a los que se suman nuevas tapas con verduras, ibéricos y otros productos de la zona que ejecutan con técnicas de fusión con técnicas orientales.
En nuestro caso la reserva la realizamos en «El Restaurante» situado en la planta baja. Nada más entrar nos dejamos seducir por su pátina taurina que, desde el primer día, ha caracterizado el espacio y en el que la decoración asemeja a una bodega con su techo abovedado.
Comenzamos abriendo boca con un aperitivo de cucharitas de Foie con reducción de vino Oporto y boniato que nos sorprenden gratamente. Decidimos regar la comida con Carmelo Rodero Crianza 2014, un vino estructurado y carnoso, perfectamente equilibrado, largo y generoso en sensaciones gustativas. Vino elaborado mayoritariamente con la Tempranillo de la Ribera del Duero (Tinta del país) y con un ligero aporte de Cabernet sauvignon. La bodega Rodero es una de las más importantes de Ribera del Duero, por su larga tradición en la elaboración de vinos de calidad.
Como entrantes nos decantamos por unos calamares de potera a la andaluza, salteado de verduras de temporada aromatizadas al carbón de encina y las manitas ganadoras del Campeonato Nacional. Unas manitas de cerdo deshuesadas con boniato trufado y oporto con un magnífico emplatado que causó las delicias a los que nos encanta la casquería.
Como segundos platos optamos por dos paletillas de lechal (IGP de Castilla y León) con patatas panadera. Correcto horneado y sabor. Así como un chuletón de vaca gallega con 35 días de maduración a la piedra volcánica en su punto perfecto que nos encantó.
De postre cerramos con su famosa torrija de brioche caramelizada al momento con helado de yogur Búlgaro.
Aprobado con nota para este cásico de Salamanca al que seguro que volveremos.
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