Este restaurante se define a sí mismo como “Típico Rincón Manchego” y cumple su palabra al cien por cien. Es el destino idóneo para conocer la auténtica cocina manchega en un establecimiento con más de medio siglo de solera en Albacete.
El local llama la atención al tratarse de una preciosa casa de planta baja, con la fachada pintada en blanco y ribetes azules, además de numerosas ventanas y coquetas rejas.
El edificio hace esquina en una zona que hace años se encontraba algo desangelada pero que actualmente cuenta con mucha vida tras la apertura enfrente de un gran centro comercial.
Nuestro Bar mantiene la calidad que descubrimos hace más de tres lustros. El cliente puede elegir entre el picoteo en un bar clásico albaceteño, con multitud de propuestas, o dos acogedores salones que recuerdan a un mesón que perfectamente podría haber inspirado a Miguel de Cervantes para describir una parada de Don Quijote de La Mancha ras desfacer entuertos a lomos de Rocinante y en compañía de su inseparable Sancho Panza.
Nuestro Bar ofrece una preciosa exposición de utensilios de la agricultura manchega y múltiples recuerdos taurinos. Los manteles de cuadros ya anticipan que la cocina es tratada con mimo y la delicadeza de antaño.
La carta es amplísima, casi interminable, que posibilita volver varias veces sin repetir platos: 25 especialidades, otros tantos entrantes, cada jornada un puchero del día, carnes de todo tipo, varios pescados, media docena de arroces, algún marisco y ¡medio centenar de postres!.
La casa recibe con un vasito de “Cuerva”, una dulce y sorprendente especie de sangría.
En mis visitas, parada obligada cuando voy camino del Mediterráneo, nunca falta “atascaburras”, una creación tan llamativa como el nombre, que consiste en una mezcla fría de huevo cocido, patata, ajo, bacalao y nueces.
Ni el sabroso queso frito, la morcilla con un toque dulce, el lomo de orza y su ali oli, el revuelto de ajos tiernos con morcilla, jamón y piñones, el exquisito chorizo de pueblo cocido, la angula de monte (setas) y sus magníficas patatas.
Hay que apuntar en lugar de honor la fritura de cordero con ajos tiernos que es una pierna de cordero lechal deshuesada, cortada en trozos y pasada por la sartén.
Hay que quitarse el sombrero con otros manjares como las migas ruleras, el gazpacho manchego de caza (plato contundente y totalmente distinto al gazpacho andaluz), el pisto manchego, el cochinillo, el rabo de toro, la paletilla de lechal asada…
Para beber veo obligatorio apostar por un vino de la tierra entre las múltiples referencias aunque disponen de muchas denominaciones de origen.
La casa tiene el detalle de regalar a los visitantes una cajita de azafrán, uno de los tesoros de Castilla-La Mancha.
En definitiva, un acierto pleno y una disculpa perfecta para hacer parada y fonda en Albacete, una ciudad desconocida para muchos, que ha crecido para bien, con el centro de la ciudad casi completamente peatonal, ambiente de vinos y que se ha sumado a la moda del “tardeo”, salir de copas tras la sobremesa, buena costumbre ya arraigada en Alicante y Murcia.
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